Un poema objeto nace de la necesidad de habitar un poema, de rozarlo, de olerlo, de sostenerlo entre las manos y de construir una realidad tangible e independiente a la real.
Un poema objeto es un fetiche en las manos de un vagabundo.
La caja de Wells, nació tras la lectura de La puerta en el muro de H. G. Wells. Un libro que me regaló un amigo después de ver la serie de Las Puertas, en las que estaba trabajando por aquel entonces en el estudio que compartíamos. Me dijo: “Si has creado Las Puertas, tienes que leer este breve relato”. Y lo leí. Relato que, a su vez, yo regalo cada vez que tengo ocasión.
Habitar
Habitamos aquellos lugares en los que podemos respirar. La respiración nos marca el ritmo vital y el tempo de los pasos.
Y nuestros pasos miden el entorno, domestican el espacio ignoto, construyen las distancias y generan recorridos.
La mano, siguiendo al pie, dibuja mapas: un modo de envasar mundos para poder transportarlos y un intento de predecir el movimiento del paso.
Porque el paso es inseguro. Duda del trayecto realizado y teme la equivocación.
Sacratus
Las palabras nombran el orden de lo sagrado que se esconde en el ojo. El ojo parpadea y olvida. En la vigilia, horas de insomnio y de crispación, el ojo enrojecido se niega a cerrarse, quiere recordar.
Pero sólo en el descanso del sueño la imagen de lo nombrado se desvela.
(La venda) Una venda aísla, señaliza, tilda el dolor y lo pone en cuarentena.
Azar
«El azar es el viaje imaginario de la moneda arrojada; la suerte, la esperanza retenida en el ojo que observa.» (Fragmento del texto incluido en la obra»